Del déficit a la abundancia: ver capacidad para hacer una contribución significativa en todas las poblaciones y pueblos
Comisión de Desarrollo Social 55o período de sesiones
1 a 10 de febrero de 2017
Seguimiento de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social y del vigésimo cuarto período extraordinario de sesiones de la Asamblea General: tema prioritario: estrategias de erradicación de la pobreza para lograr el desarrollo sostenible para todos
Declaración presentada por la Comunidad Internacional Baha’i, organización no gubernamental reconocida como entidad de carácter consultivo por el Consejo Económico y Social*
[UN translation]
“Las personas pueden ser individualmente pobres, pero colectivamente vemos una riqueza de capacidad en la comunidad”. —persona que ayuda a las comunidades en África Central a establecer escuelas a nivel lo cal.
Pese a que la erradicación de la pobreza ha sido un objetivo de las Naciones Unidas durante decenios, ha resultado difícil encontrar soluciones duraderas. En momentos en que los representantes se reúnen para encontrar “estrategias de erradicación de la pobreza para lograr el desarrollo sostenible para todos”, debemos preguntarnos, franca y honestamente, por qué razón segmentos considerables de la población mundial siguen sin poder satisfacer sus necesidades materiales básicas.
La gama de desafíos profundamente arraigados que hoy enfrentamos es fiel reflejo de un orden económico cada vez más disfuncional. Males como la riqueza y pobreza extremas, la creciente desigualdad y la corrupción sistémica desestabilizan las sociedades y desgarran la trama soc ial de demasiadas comunidades. Y, a su vez, esos desafíos ponen de relieve la falta de un consenso social verdadero sobre aspectos fundamentales de los mecanismos económicos contemporáneos, como la naturaleza del trabajo, el propósito de la riqueza y los d eberes de cada cual hacia los demás y hacia la comunidad. Por ejemplo, no es sino natural que una sociedad que celebra agresivamente la riqueza material se vuelva desigual en extremo, o que los intereses adinerados, desvinculados de todo sentido de respons abilidad social, moldeen las leyes de tal manera que perpetúan formas inamovibles de desigualdad.
Para hacer frente a problemas estructurales como estos será necesario que sectores que tradicionalmente no han sido considerados fuentes de respuestas aporten enfoques innovadores. A ese respecto, en opinión de la Comunidad Internacional Baha’i, será imprescindible que el sistema de las Naciones Unidas desarrolle su capacidad para ver potencial y fuerza en poblaciones que, en ocasiones, tal vez hayan sido tild adas de “marginadas”. Para expresarlo de una manera más simple, el progreso duradero hacia la erradicación de la pobreza exigirá pasar de una mentalidad de déficit a una mentalidad de abundancia.
El movimiento en esa dirección ya ha comenzado, al menos a nivel de discurso. En los debates en el campo del desarrollo se afirma cada vez más que las comunidades con limitados recursos financieros no guardan silencio ni permanecen inactivas hasta que llegan los agentes internacionales. Al mismo tiempo, la interacción con esas poblaciones suele enmarcarse en función de necesidades, problemas, deficiencias y escaseces. El trabajo de las comunidades de bajos ingresos se reconoce a nivel conceptual. Pero desde el punto de vista funcional, esas comunidades se considera n fundamentalmente recipientes de servicios y asistencia
—se las consulta en cierta medida para conocer sus opiniones y preferencias, pero rara vez son aceptadas como asociados capaces y en pie de igualdad en una iniciativa de colaboración.
Esa dicotomía limita los esfuerzos para acometer las causas de la pobreza. Como consecuencia de suposiciones, sesgos y prejuicios, se desaprovecha capacidad productiva y se pasan por alto o se desestiman los avances. Un ejemplo de ello es la
aplicación de las innovaciones de baja tecnología. En el contexto de los patrones rurales de vida se producen notables avances en materia de eficiencia energética y producción de energía renovable. Esas novedades revisten importancia universal, ya que será necesario que el consumo de energía sea más sostenible en todos los países, sea cual fuere su nivel de ingresos. Sin embargo, esas innovaciones suelen considerarse pertinentes únicamente a los tipos de lugares donde parecerían prestarse, quizás, a la “cooperación Sur -Sur”, pero no a las necesidades ni realidades de las sociedades industrializadas.
Además de su capacidad de innovación tecnológica, las poblaciones de bajos ingresos tienen un potencial de innovación social. En última instancia, la erradicación de la pobreza no será un a tarea de distribución de recursos materiales solamente, un mero asunto contable. Para abordar la pobreza de forma real y duradera será necesario construir nuevas modalidades de la sociedad misma, que reflejen principios morales y espirituales como la equ idad, la solidaridad, la justicia y la compasión. Entrañará la construcción de nuevas formas de estar juntos, nuevas formas de relacionarnos unos con otros, nuevas formas de organizar nuestros asuntos personales y colectivos. Y en esto, las zonas de ingres os altos no tienen ni más ni menos conocimientos o competencias que las de ingresos bajos. La aldea de la estepa de altura es tan capaz de construir patrones cohesivos y vibrantes de vida social como el complejo residencial de la metrópolis.
Los problemas que enfrentan los que poseen pocos recursos materiales son considerables. Esas poblaciones necesitarán apoyo, educación, capacitación y asistencia, como cualquier otra. Sin embargo, lo que debe reconocerse sencillamente es que ningún grupo o región posee la capacidad de erradicar la pobreza mundial por sí mismo. Desde un punto de vista práctico, la magnitud de la transformación necesaria es simplemente demasiado enorme. Pero también entra en juego una realidad moral —que el adelanto de toda la humanidad e xige los esfuerzos de toda la humanidad. Así como todo miembro de la familia humana tiene derecho a beneficiarse de una civilización que prospera material, social y espiritualmente, todo miembro tiene la capacidad de contribuir a su construcción.
Aceptar las consecuencias de ese principio general es reconocer que ningún grupo posee ya lo que se necesita para lograr el mundo que deseamos colectivamente para nosotros y para nuestros hijos. En esto, los ricos desde el punto de vista financiero son tan dependi entes de los desfavorecidos como estos de aquellos. De modo similar, en los próximos años el mundo “desarrollado” tendrá tanto que aprender del mundo “en desarrollo” como este de aquel. Esto podría resultar difícil de entender para algunos, y contradice la s ideologías del excepcionalismo y la singularidad. Pero una dependencia de este tipo, expresada por medio de relaciones de apoyo y ayuda mutuos, es una fuente de gran fortaleza, no de debilidad. Por su intermedio, se da expresión al principio fundamental de que la acción social debería operar en base al ideal de participación universal. Y sobre esa base, las zonas que han sido excluidas o descartadas desde hace mucho tiempo pueden llegar a ser aceptadas como fuentes vibrantes de ideas, herramientas, recursos y enfoques de tanta eficacia —y tan necesarios— en las zonas de ingresos altos como en las de ingresos bajos.
Sin dudas, la conversión de esos ideales en realidades prácticas planteará problemas, muy en especial para órganos multilaterales como la Comisión de Desarrollo Social. Pero la Agenda 2030 es un proceso universal, y esa misma universalidad ofrece un medio poderoso para reconceptualizar el papel que desempeñan los diferentes agentes —en particular, las propias poblaciones menos prósperas- en la erradicación de la pobreza.
El aprovechamiento del potencial constructivo de miles de comunidades locales, cada una de ellas con sus propias circunstancias y realidades, será un proceso intensamente local. Como tal, el progreso dependerá menos del hallazgo de la intervención normativa “correcta” y de su aplicación generalizada, que de una comprensión más profunda del proceso por el que se determinan, se aplican y se modifican los enfoques eficaces.
¿Cómo funcionaría esto en la práctica? Entre las medidas que podrían ayudar a las Naciones Unidas y la Comisión a detectar y hacer suya la capacidad dondequiera que se encuentre figuran las siguientes:
- Ampliar las concepciones de competencias y fuentes de soluciones. Los foros internacionales suelen buscar soluciones en un conjunto limitado de fuentes. Los académicos investigadores y los especialistas en política aportan contribuciones sin duda valiosas. Pero la dependencia excesiva respecto de esos recursos puede empobrecer el discurso, lo que conduce a una fijación en recetas técnicas y en soluciones normativas de paso. Las comunidades que trabajan para fomentar modalida des de interacción social más humanas también generan ideas interesantes, al igual que las personas que se esfuerzan en desarrollar la capacidad de otros, o las instituciones que intentan aplicar los conocimientos tradicionales a los problemas de hoy. Comp etencias de ese tipo son las que deben buscarse e incluirse conscientemente en el discurso mundial.
- Recabar conocimientos de los que se ven afectados por las políticas. Por razones de justicia, los representantes de las comunidades que se verán afectadas por las políticas deben incluirse en la formulación de esas políticas. Sin embargo, el hecho de tener “un lugar en la mesa” puede terminar por convertirse fácilmente en apariencia e ilusión. Por lo tanto, los encargados de adoptar decisiones no solo debe n estar dispuestos a aprender importantes lecciones de los asociados sobre el terreno, sino también deseosos de hacerlo. Solamente en la medida en que acojan de esa manera a los colaboradores de base podrá decirse que sus iniciativas buscan verdaderamente ideas dondequiera que puedan encontrarlas.
- Recabar soluciones universales de las poblaciones de ingresos bajos. Atrás han quedado los días en que las zonas de ingresos altos eran exaltadas abiertamente como modelos de lo que debería ser una sociedad. P or ende, los logros de algunos ya no pueden desestimarse por ser supuestamente aplicables sólo a aquellos que tienen recursos financieros limitados. Si la comunidad internacional desea reconocer sinceramente la capacidad de las zonas de ingresos bajos, deb e estar dispuesta a reconocer las ventajas de esas zonas, hacer suyos sus logros y aprender de su experiencia.
- Captar las narrativas en las que se enmarcan los enfoques de éxito. La recopilación de datos numéricos es importante, pero 50 personas que contribuyen activamente ideas y hacen preguntas son muy distintas a 50 espectadores pasivos. Además de brindar detalles de las políticas que obtuvieron resultados, será importante captar y contar la historia detrás de los éxitos —de cómo se elaboró la iniciat iva, cómo evolucionó con el tiempo, cómo se resolvieron las objeciones y cómo se comunicaron sus características. Ese tipo de análisis cualitativo ayuda a enmarcar el pensamiento en función de las lecciones aprendidas y permite extraer y agregar las ideas y aplicarlas en el futuro.