Constructores de Civilización: la juventud y el progreso de la humanidad

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Constructores de Civilización: la juventud y el progreso de la humanidad

Aporte de la Comunidad Internacional Bahá’í a la Conferencia Mundial de la Juventud

Colombo, Sri Lanka—2 May 2014

A menudo se dice que los jóvenes son los líderes del mañana, el futuro de la humanidad. Esto es obviamente cierto, pero la juventud está muy presente en vecindarios y aldeas, lugares de trabajo y comunidades de hoy. En muchas localidades conformamos un segmento considerable de la sociedad, y la manera como nuestra generación se ve a sí misma, como entiende sus capacidades inherentes y su rol en el mundo, tiene consecuencias sociales significativas en todas partes.

Así, el punto que hay que analizar no es la diferencia que la juventud puede marcar en la vida de la sociedad; los jóvenes ya están teniendo un impacto en sus comunidades todos los días, de innumerables formas y con los más variados objetivos. El punto más bien es cómo puede fortalecerse, apoyarse y expandirse el deseo de contribuir a un cambio constructivo y de ofrecer servicio significativo.

A nivel internacional, el discurso acerca del rol de la juventud a menudo se enfoca en temas de expresión y participación. La integración de los jóvenes en las estructuras formales de poder, por muchas razones, tiene ventajas obvias. Pero la mera incorporación de voces jóvenes dentro de sistemas viejos, si no se acompaña de maneras más sustantivas de participación, corre el riesgo de transformarse en una simple discriminación positiva superficial. Los jóvenes son necesarios como líderes responsables no sólo en foros sobre la juventud y concejos especiales, sino además en aquellos espacios en donde se define el curso y dirección de la sociedad como un todo. Es posible que esto requiera desarrollar nuevos sistemas de toma de decisiones y colaboración, sistemas caracterizados por la búsqueda imparcial de la verdad, por actitudes de cooperación y reciprocidad, y por un aprecio por el rol vital que cada individuo puede jugar en el mejoramiento del conjunto.

Pero la sociedad es mucho más que un cúmulo de leyes impersonales, políticas, programas y organizaciones; está igualmente moldeada por normas, valores, aspiraciones y relaciones. Es entonces importante no limitar de manera artificial el espacio para la potencial contribución de los jóvenes. La juventud bien puede contribuir al progreso social mediante la participación en estructuras de gobierno, o al ofrecer de manera voluntaria su tiempo y sus capacidades en agencias de desarrollo u otros grupos de la sociedad civil. Pero ningún individuo depende de organizaciones externas para mejorar su propia comunidad. Ninguno de nosotros está supeditado a las instrucciones de otros para comenzar a trabajar por el bien común. Ninguno de nosotros es incapaz de marcar una diferencia en nuestros propios espacios y círculos sociales.

Desde esta perspectiva, los caminos que los jóvenes del mundo tienen abiertos para el servicio desinteresado a otros son numerosos. Pocas de estas oportunidades se encuentran en los niveles más altos de gobierno, como lo es la conferencia que nos reúne hoy. La mayoría son menos formales y más cercanas a nuestros hogares, pero no por eso menos importantes. Por ejemplo, al colaborar con otros jóvenes y adultos de pensamiento similar, jugamos un rol poderoso al catalizar una transformación y progreso local. Podemos realizar contribuciones igualmente únicas para el desarrollo de las próximas generaciones al ofrecer a quienes son más jóvenes que nosotros un modelo de conducta digno de ser emulado, y darles un apoyo cercano para el desarrollo de capacidades personales y para la exploración de aquellos talentos que podrían enfocarse en el bienestar de la comunidad. En pocas palabras, nuestra generación es una vibrante fuente de progreso social en una variedad de contextos, que abarca desde las aldeas y barrios hasta el escenario mundial.

Al considerar las contribuciones a la agenda de desarrollo Post-2015, es importante reconocer que si el progreso ha de ser realmente algo transformador, es necesario analizar los patrones de pensamiento y comportamiento. En otras palabras, debe ser algo que penetre a nivel de la cultura. Por ejemplo, el combate contra la corrupción depende, en última instancia, de construir una cultura no sólo de justicia y equidad, sino además de honestidad y confiabilidad. De manera similar, la reducción de la exclusión y la eliminación de prejuicios depende de las normas de solidaridad, respeto y apoyo mutuo. Así, la juventud es crucial para la agenda de desarrollo global no sólo por el trabajo que realizamos y los proyectos que llevamos a cabo; igualmente importantes son los arreglos sociales que podemos visualizar, los patrones constructivos de relaciones e interacciones que sean una expresión práctica de nuestro natural sentido del idealismo que podamos promover, y los patrones de vida comunitaria que podemos construir y con los cuales podemos acoger a otros.

De esta manera, el involucramiento de la juventud no es algo que persigamos sólo por nuestro propio interés, ni tampoco se trata de una herramienta diseñada para promover nuestras necesidades como grupo humano específico. Más bien se trata de un componente vital para el bienestar de toda la humanidad, jóvenes y viejos por igual. La juventud debe involucrarse en los esfuerzos de desarrollo porque la construcción de una sociedad nueva y mejor descansa sobre nuestros hombros tanto como en los de cualquier otro, y todos sufren las consecuencias cuando las contribuciones de cualquier grupo o población son marginadas o ignoradas.